Aunque no lo parezca, porque ahora va vestido de persona joven, CARLO PADIAL lleva muchos años escribiendo.
Ha sido un largo camino el que ha tenido que recorrer. En 1974 Carlo ya estaba dando guerra en reuniones con otros escritores, tomando cafés y formando parte de movimientos literarios de poca monta. En una de aquellas ocasiones, tuvo el honor de conocer a JORGE LUIS BORGES. Por desgracia, la cosa no fue bien y dio lugar a una enorme polémica literaria. La historia no está clara, circulan varias versiones. Una de ellas, quizá la más fiable, afirma que Carlo le sacó el tema a Borges de RAYUELA, el libro de Julio Cortázar, y que Borges se puso como una moto. Se enfadó muchísimo, y sacó todo el sarcasmo, todo el vitriolo, toda la mala leche del ciego resentido, sin importarle que Carlo sólo fuera un joven escritor indefenso e inédito. Por lo visto, Borges acusó a Carlo de no saber pronunciar correctamente la palabra Rayuela, lo que provocó la carcajada general entre el resto de intelectuales barceloneses que aquella tarde se habían reunido para dar la bienvenida en Cataluña al maestro. La reunión se disolvió enseguida, pero Carlo se fue a casa rayado, o rayuelado. Su ídolo argentino, el maestro, el autor de Ficciones, le había hecho bullying, matonaje intelectual. Carlo se encontraba atormentado por los nervios, deshecho, roto.
PERO LA POLÉMICA NO ACABA AHÍ. Al llegar a casa, Carlo se puso muy triste y se derrumbó en la cama a llorar mientras escuchaba un disco de Víctor Jara. De pronto, Carlo se fijó en que, asomando por los bajos de las cortinas, se intuían las puntas de unos zapatos Oxford. ERA BORGES, el puto Borges, el autor de EL ALEPH, que seguía con ganas de marcha. Por lo visto, Borges era así. No dejaba las polémicas literarias en palabras, le gustaba zurrarse con la gente. Ambos cayeron al suelo entre hostias y, por entre el barullo de brazos, Carlo le miró a los ojos. No los olvidará jamás, aquellos ojos... ESE HOMBRE NO ERA CIEGO.
Desbordado por el terror, Carlo intentó desviar los mordiscos de Borges, ya que aquel maníaco no sólo había engañado a la opinión pública respecto a su ceguera, sino que también su aparente fragilidad física era un camelo. Colapsado, fuera de sí, Carlo disparó un par de golpes, con la fortuna inmensa de alcanzar a Borges en toda la boca. ¡Zas, en toda la boca! ¡Borges! ¡ZAS, EN TODA LA BOCA! Ya debilitado, Carlo lo remató en la cabeza con un grueso volumen de poesía alemana. Lo arrastró hasta el lavabo, y una vez allí intentó atarlo. En ese momento, apareció el padre de Carlo y con un gesto muy raro, con una cara que todavía nadie ha sabido interpretar, se arrodilló frente al escritor argentino, se volvió hacia su hijo y le dijo: Lo siento, pero Borges tenía razón.
¿Borges el de las pasas?
ResponderEliminarBorges el de El País, el de los muñequitos. El del humor gráfico.
ResponderEliminarLo mejor hasta la fecha. ZAS EN TODA LA BOCA!
ResponderEliminarQue pespunte de pie! Chappo!
ResponderEliminarEs peligrosa tanta imaginacion en manos de quienes no tienen corazon.
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