El otro día sorprendí a mi hijo jugando con este coche.
Dejé que siguiese y cuando se fue al colegio se lo robé,
tiene muchos, todavía no lo ha echado en falta. Lo he puesto en el estudio, en la estantería que hay tras la
pantalla del ordenador. Me tiene embobado.
La cara. La expresión de sufrimiento, de angustia, la
asimetría de sus ojos y la boca es lo que más me fascina. Pero también la
resignación que muestra ante sus penurias. Todo está allí. ¿En qué estaría
pensando el tipo que diseñó el juguete? –Voy
a enseñarles a los niños el dolor.
No sabemos si sufre porque lleva adherido a su espalda una
especie de parásito en forma de araña o esas patas forman parte de su ser. En la parte de atrás se sitúan las piezas metálicas del motor. Las han puesto ahí para recordarnos que es un coche; con sus cuatro ruedas, con su motor que se alimenta de miedo, pero un coche, al fin y al cabo. Un coche que se transporta a sí mismo, ¿quién querría subirse en algo así?
Si le das la vuelta hay el dibujo de una especie de pulpo
muy triste. Puede que se trate del logotipo del fabricante del coche, -el logo oculto-, con lo que parece ser una
arroba en el corazón del animal junto a un número, 07/07.
No sé de donde ha salido, alguien se lo debe de haber regalado.
He preguntado mis padres, a sus tíos, a amigos; nadie sabe nada y parece
que la pregunta les sorprende. Tampoco sé si pertenece a alguna franquicia de
dibujos animados o algo por el estilo.
He revisado todos sus juguetes, no tiene nada parecido. Si
alguien sabe algo decídmelo, por favor.