De nuevo nos encontramos frente a un fenómeno que desconcierta. La fuerza del espacio se impone al trabajo diario, a la exigencia sobrenatural de seguir grabando escenas, de manipular a los actores, de gastar sin prejuicios, o en su defecto, de obviar la nómina de los técnicos.
La tangible experiencia que resulta, de menor envergadura que la de las primeras imágenes que ya os mostramos, nos conduce hacia un interesante acrónimo relativo que comprime las horas previas a la comida y el después de la siesta hasta convertirlas en un espacio-tiempo único.
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