No es la primera vez que hablo de Marta Suárez. Ni será la última. Se me juntan las emociones. Vivo en una ensalada de sensaciones. Todavía tengo presente el reencuentro con Carlos Vermut, (al que por razones ajenas a toda lógica no he sabido dedicarle unas palabras), y hoy, despues de dormir a pierna suelta como hacía tiempo que no dormía, me veo empujado por los latidos del corazón a manifestar como son de fuertes cuando Marta brilla en su interior.
Es difícil reducirlo a vocablos. El sábado por la tarde celebramos su aniversario. Unas horas antes de partir hacia la fiesta, seguía recortando trozos de jirafas para montarle un regalo. Lo pase fatal. A cada minuto que transcurría, más se intensificaba una estúpida sensación que me hacía pensar que aquello que estaba haciendo no estaría a la altura de la situación. Nada más entrar en su casa el terror se hacía patente. Ella y Carlo Padial habían dispuesto el evento para el gozo de todos los asistentes. Tras el impacto, no conseguí librarme del sentimiento de culpa por no haberles ayudado. Al regresar, (embriagado por el cumulo de impresiones), ya pensaba en dedicarle está entrada a Marta. Son tantas las cosas que quisiera comunicar, tantos los detalles que merecen ser mencionados, que no tengo ni la más remota idea de por dónde empezar.
Marta Suárez es una mujer sensible. Tanto que hace de la mía una insipidez. Lo digo como algo bueno. No había conocido a nadie igual con quien compartir ciertos aspectos encubiertos de mi sensibilidad. Durante la inmadurez disfruté de un montón de mejores amigas. No obstante, a medida que se desarrollaban mis pasiones, se complicaban con ellas las exigencias afectivas. Hasta el punto de quedarme solo. ¡Ojo, en cuanto amigas se refiere! Perro amigo no me ha faltado. Ni siquiera entendía el significado de la palabra feedback hasta que Marta me dio pruebas, con su amistad, de su existencia.
El espectro que abarca la personalidad de Marta es comparable a
la bondad del infinito cósmico. A su belleza. Al misterio salvaje de su
serenidad. Quizá con lo de salvaje exagero. El único animal
aquí soy yo. Marta Suárez es todo lo contrario. Es el ejemplo perfecto de
persona civilizada. Ante todo persona. Con todo lo que ello implica. Y
despues civilizada. Con todo lo que muchos quisieran o deberían
tener. No puedo hablar en voz de otros. Sin embargo, puedo decir que durante su aniversario trato a todos los presentes con
especial atención, haciéndome ver en ella una mujer excepcional. Casi
sentí envidia.
Estoy haciendo un esfuerzo. Vuelvo a tener la misma sensación que tenia mientras recortaba jirafas...
Estoy haciendo un esfuerzo. Vuelvo a tener la misma sensación que tenia mientras recortaba jirafas...
¿Cómo te lo explico más sencillo? Marta te hace sentir imprescindible. Único, como ella, pero difrente. Te parecera un tópico, pero dime, ¿a cuantas personas puedes imputarles esa cualidad?. Yo no conozco a demasiadas. De ellas, ninguna es comparable a Marta. Supongo que de ahí viene su singularidad. Es tan sencillo como eso. Marta Suárez es única. Entiendelo como punto de partida y lánzate de brazos abiertos a la fiesta loca. A la risa más sincera. Marta Suárez es combustible para las emociones. Puro afecto. Es el rio que alimenta una mágica jungla exótica donde liberar la bestia primitiva, (que al menos yo tengo por corazón).